La condenada

Caigo en tus brazos, verdugo,
con el deseo en llamas
por haber osado
alzar mi mirada
hacia tus ojos negros.

Me tomas con profunda impiedad
y exacerbas las llamas
y me haces vulnerable
y aumentas la condena
doblegando mi voluntad
a la bajeza de la tuya.

Me ciñes el talle
que en tus manos 
es junco
y mi deseo
se nombra ahora flor
que vulnerada cede
ante tu intimación desgarradora.

Me hieres, verdugo,
con tu potencia
que se transforma prontamente
en un silencio
de merecidos abandonos.

Caigo en tus brazos,
insondable verdugo,
mansamente acostumbrada
a la eterna condena
de este deseo de llamas.

Gabriela Álvarez

2 comentarios:

Laura Marcenaro dijo...

¡Hola!
Se me dio por pasar a leer.
Leí algunos, pero como ya es tarde termino de leerlos en otro momento.
Me gustó mucho este. Hasta me dieron ganas de escribir y no son las palabras mi fuerte. Sin embargo, disfruto mucho de la lectura ^^.
Suerte :)

Gabriela Álvarez dijo...

Me alegra tantísimo que mis palabras motiven a otros a seguir su propio camino por las letras, Laura! Es uno de los mejores comentarios que puedo recibir! Cariños! :)